viernes, 14 de mayo de 2010

King kong


Éste artículo lo tenía en la punta de la lengua, mejor dicho en la punta de los dedos, desde hace años. En más de alguna ocasión algún periodista inteligente calificó a la ortodoxia científica dura como "King Kong". Un verdadero simio gigante que aterroriza a la gente y frente a la cuál no hay alternativa que decir sí o sí al dogma o paradigma de moda de cada época.

Así King Kong aterrorizó a Galileo, Copérnico o Giordano Bruno cuando éstos afirmaron "estupideces" contrarias al dogma oficial imperante. Tanto la religión como la ciencia necesitan de una autocrítica constante y de evitar caer en el dogmatismo terco y duro. En este sentido la ortodoxia dura de la ciencia se comporta asustando a la gente, y las personas terminan creyendo por los medios todas las sandeces que los científicos duros pueden decir. Por ejemplo, hace poco se habló que doña "ciencia" había descubierto el genoma de los neardentales como prueba de un cruce evolutivo. ¿Hubo algún medio de prensa valiente que se atrevió a preguntar como lograron dicho descubrimiento? ¿Alguién cuestionó al prepotente King Kong?

Éste asunto de la ciencia versus la verdadera revelación de Dios me trae a la mente el polémico asunto de la sangre y los testigos de Jehová. Siempre se ha criticado, tachado de locos y fanáticos suicidas a los testigos por sus posturas. Sin embargo, una creciente comunidad de médicos más jóvenes y no atados al dogma de que la sangre es un elixir milagroso, están abriendo sus horizontes y aceptando nuevos desafíos.

Y no quiero mencionar siquiera los errores de la medicina medieval que recetaban cuanta porquería inútil para sanarse de la peste negra o el cólera (el cual con solo una mejor limpieza se combatía). Para nuestro asombro comentaré ciertos errores recientes de King Kong.

Hace poco, los médicos no sólo no criticaban ni prohibían el tabaco a sus pacientes sino que lo recomendaban para algunas dolencias e incluso se utilizaba la figura del médico para hacer publicidad. Era la época en la que los médicos fumaban Camel o cualquier otra marca, la que mejor pagara por la publicidad. Eslóganes hoy inimaginables para el tabaco se presentaban en revistas y televisión: «Cuida tu salud, fuma Chesterfield», ‘L&M, justo lo que el médico te mandó». La prostitución tabacalera de los médicos expandió el consumo de esta droga cancerígena. Ésto fué popular entre 1920-1950. Hoy ésto es repudiado y ni siquiera el cigarro es recomendado por algún efecto paliativo secundario.

También en los años sesenta existía una técnica de psicocirugía con la que se trataba de realizar la destrucción de la corteza prefrontal, lo que recibe el nombre de lobotomía. Según el médico, era útil para tratar una amplia variedad de trastornos mentales o aquello que se saliera de lo normal en la época: La depresión, la neurosis, la esquizofrenia, la homosexualidad (por aquel entonces era considerada una enfermedad), la ansiedad. La técnica del picahielo no era precisamente por azar; literalmente, la lobotomía se realizaba con un picahielo. El doctor Freeman, con un picahielo en una mano y un mazo en otra, clavaba el primero a través de la zona interna y superior del párpado (vía transorbitaria) hasta llegar al lóbulo prefrontal. Una vez que el picahielo estaba dentro de la corteza prefrontal, empezaba a girarlo a un lado y otro para destruirlo, todo esto sólo bajo anestesia local y en cualquier consulta. Tan sólo eran necesarios unos pocos minutos para realizar esta lobotomía y los pacientes podían volver a casa al momento.

¿Cuáles fueron los verdaderos resultados? Las personas adquirían un comportamiento similar a la que vemos en los zombis de las películas. Parcial o totalmente indiferentes al mundo que les rodeaba, con una pasividad extrema. Pero eso para Freeman era lo de menos, ya no había neurosis, ni ansiedad ni estados de agitación. ¿Cómo iba a haberla si había convertido a muchos de sus pacientes en unos «vegetales» mentales? La publicidad de esta técnica hicieron que se realizara a miles de personas por todo Estados Unidos. Hoy, ésta técnica es aborrecida.

Cuando se repasan las leyes que Dios dio a Moisés quince siglos antes de Cristo, se aprecia la importancia fundamental que la Ley confirió a la prevención en el cuidado de la salud. Por ejemplo, Deuteronomio 23:13 dice: “Y debes tener disponible una estaca junto con tus útiles, y tiene que suceder que cuando te agaches fuera, entonces tienes que cavar un hoyo con ella y volverte y cubrir tu excremento”. Esta norma sobre cómo eliminar los desechos fecales era una medida preventiva muy avanzada que los protegía de enfermedades que pueden transmitirse mediante las moscas, como la salmonelosis, la shigelosis, fiebres tifoideas y muchos otros tipos de disenterías, que todavía se cobran miles de vidas en lugares donde no se toman estas medidas.
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El capítulo 11 de Levítico hace patente que las enfermedades pueden transmitirse mediante insectos, roedores y, lo que es más importante, agua contaminada. Esto confirma indirectamente el principio de que los microorganismos son los causantes de las enfermedades, y demuestra que la Biblia se adelantó milenios a los descubrimientos de científicos como Leeuwenhoek (1683) o Pasteur (siglo XIX). Lo mismo podría decirse de la cuarentena, prescrita en el capítulo 13 de Levítico para los casos de lepra.

Claro, la mente de los israelitas no entendía la existencia de microorganismos invisibles, pero la prohibición era dada por una Mente superior. Dios siempre sabe lo que pide. Él creó el cuerpo humano y todas las cosas.

Las prohibiciones dietéticas que se registran en Levítico 11:13-20 incluyen a predadores, como, por ejemplo, las águilas, las águilas pescadoras, los búhos y las rapaces, como el cuervo y el buitre. Estos animales están en el nivel superior de la cadena alimentaria, por lo que concentran gran cantidad de toxinas. Los animales que se encuentran en los niveles inferiores de esta cadena ingieren las toxinas en dosis insignificantes, mientras que los de los niveles superiores las acumulan en dosis concentradas. La ley mosaica permitía comer algunos animales vegetarianos que no pertenecían a una cadena alimentaria que concentrase toxinas. Algunas carnes prohibidas albergaban parásitos enquistados, como los causantes de la triquinosis.

La prohibición bíblica del uso inadecuado de la sangre, contenida en varias partes de la ley mosaica, ahora, después de tres mil quinientos años, resulta tener un buen fundamento médico. (Génesis 9:4; Levítico 3:17; 7:26; 17:10-16; 19:26; Deuteronomio 12:16; 15:23.) Esta restricción se repite en las Escrituras Griegas Cristianas en Hechos 15:20, 29 y 21:25. La medicina audaz que no teme al gorila Kong, intenta reducir al mínimo o eliminar por completo el uso de sangre donada en la diálisis del riñón, las bombas pulmón-corazón y la cirugía general. Las muchas formas de hepatitis, el SIDA, la infección por citomegalovirus y miles de enfermedades transmitidas por la sangre constituyen advertencias siniestras para los sabios mundanos que rechazan las normas divinas.

Durante la guerra fría los rusos realizaron varios experimentos interesantes. Uno de ellos consistía en extraer muestras de sangre de varios pacientes y almacenarlas. Éstas muestras eran marcadas con el origen del paciente respectivo. Los pacientes o sujetos de pruebas eran subidos a aviones supersónicos y en sus pechos eran colocados instrumentos que monitoreaban su frecuencia cardiaca, etc. Lo interesante es que mientras el sujeto en el aire sufría pánico y terror por la velocidad, su sangre particular a miles de kilómetros de distancia (no la de los otros que estaban en tierra) también sufría una alteración y estrés casi "telepático". Se probó decenas de veces y cada muestra de sangre respondía al estado de ánimo del sujeto respectivo. No había error. Cada sangre estaba conectada con su origen. Esto comprobó que la sangre tiene una conexión con el cuerpo de donde proviene. Verdaderamente en la sangre está el alma o la vida.

También a los glóbulos blancos se les ha sometido a experimentos y se ha comprobado de que tienen "conciencia" propia. Se les ha aplicado música y se han observado efectos interesantes. Ésto muestra que la sangre es más compleja que la clasificación simplista de los cuatro grupos. En realidad cada sangre a nivel molecular y de ADN es única, y una transfusión a otro cuerpo diferente provocaría daños genéticos que recién se comenzarán a estudiar pronto.

En fin, la Revelación de Dios finalmente mostrará que la Biblia siempre ha tenido razón. La ciencia en su aprendizaje continuo solo confirmará lo ya revelado por Dios.


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