viernes, 25 de junio de 2010

Meditaciones sobre sucesos fechados en el tiempo

Cómo he señalado en la entrada anterior, finalmente es la interpretación de lo que sucedió o sucederá en determinadas fechas, lo que genera el problema o decepción con respecto a las fechas. Son las expectativas  fallidas, no lo cálculos o ciclos cronológicos que nos señalan ciertos nuevos periodos y no el fin del mundo.

Comentaremos algunos supuestos chascos cronológicos. Cómo he señalado, para mí el chasco no es provocado por la cuenta (a veces correcta) cronológica, sino por qué se espera lo que no corresponde para ésa fecha.

1844: el “Gran Chasco”
El 22 de octubre de 1844  William Miller, había afirmado que Jesucristo regresaría en aquella fecha. Los adventistas se basaron en creer que los 1335 años (se aplicó la regla de un día por un año) terminaron en 1844. También de forma paralela se conectó a los 2300 días (contados como años),  y con ese segundo cómputo llegaron también a 1844. Al alba, Cristo no había venido. Decepcionados, volvieron a sus casas, y desde entonces llamaron a aquel día el “Gran Chasco”. No obstante, a pesar del fracaso, al asunto se le dio un nuevo “entendimiento”. La predicadora Ellen Withe persuadió a un grupo de adventistas que el cálculo cronológico era correcto. Señaló que aquel día había sucedido algo trascendental: Cristo había entrado en “el santísimo del santuario celestial”. Se comprendió que Jesús había iniciado un “juicio investigador”. Esta sigue siendo una doctrina fundamental para siete millones de personas que se denominan Adventistas del Séptimo Día.

1873/1874: la supuesta Parausía y el Heraldo de la Presencia de Cristo 
 Del movimiento adventista apareció otro movimiento llamado los “segundo adventistas”. Es ampliamente sabido que C.T Russell fue grandemente inspirado por las ideas de ése grupo. De hecho, Barbour logró convencer a Russell de que la presencia invisible de Cristo había comenzado en 1874. Sin embargo, a pesar de que los segundos adventistas esperaban un retorno en la carne de Cristo y una posterior aniquilación por fuego del planeta, Rusell no apoyaba éstas ideas. Pero si apoyaba la fecha.  Él y Nelson Barbour llegaron a creer que la Parausía sería invisible, y que “La palabra griega que por lo general se emplea para referirse al segundo advenimiento —parousia, traducida a menudo por venida— siempre significa presencia personal, como si ya hubiera venido, llegado, y nunca tiene el sentido de estar de camino, como usamos la palabra venida”. Sin embargo, cómo he mencionado, él aún siguió creyendo que en 1874 comenzó la Presencia invisible de Cristo.

De hecho, la revista  Zion’s Watch Tower   “Herald of Christ’s Presence” llamaba la atención a éste hecho. Muy pocos testigos de Jehová tienen claro en la actualidad que la revista La Torre del Vigía de Sión,  Heraldo de la Presencia de Cristo (hoy la Atalaya) durante muchas décadas proclamó que la Parausía empezó en 1874.  Incluso después de 1914, los testigos aún seguían creyendo que la Parausía había empezado en 1874. Cerca del año 1925, recién se aclararon con la idea de  que la Parausía no había iniciado en 1874, sino en 1914. Por lo tanto, por casi 50 años los Estudiantes de la Biblia tuvieron un entendimiento equivocado.


1878: El fin de los tiempos de los gentiles
Partiendo de la premisa de que los sucesos del siglo I podían tener su paralelo en sucesos relacionados de tiempos posteriores, concluyeron que si el bautismo y el ungimiento de Jesús en el otoño de 29 E.C. correspondían con el inicio de su presencia invisible en 1874, entonces el que él entrara cabalgando como Rey en Jerusalén en la primavera de 33 E.C. indicaría que Jesús asumiría el poder como Rey celestial en la primavera de 1878. La idea de que 1878 era un año significativo parecía reafirmarse en las palabras de Jeremías 16:18 (‘el doble de Jacob’, Reina Valera) y en los cálculos que indicaban que aparentemente habían transcurrido 1.845 años desde la muerte de Jacob hasta 33 E.C., año en que el Israel natural fue rechazado, y que el doble de esa cantidad abarcaría hasta 1878. Cómo la historia muestra, los “tiempos señalados de las naciones” no terminaron en 1878. Entonces Russell se volcó a una idea que había vislumbrado desde antes.

1914: Las expectativas y la realidad
Ya en 1876 C. T. Russell escribió el primero de muchos artículos en los que indicó que en el año 1914 podían acabar los Tiempos de los Gentiles a los que se refirió Jesucristo. (Luc. 21:24.) Cómo se acercaba 1878 y no se vislumbraban cambios, Russell comenzó  a acariciar ésta segunda posibilidad. En el segundo tomo de Millennial Dawn, publicado en 1889, Russell expuso de manera lógica los argumentos que permitirían a los lectores ver la base bíblica de lo que se decía y constatarla ellos mismos. Por casi cuatro décadas hasta 1914 proclamaron que el fin del mundo (el fin de los tiempos de los gentiles) terminarían en 1914. La batalla de Armagedón y la ascensión de los cristianos se realizaría para ese año. Cómo la presencia de Cristo ya había comenzado en 1873, ahora solo faltaba esperar la ejecución de los gentiles en 1914.

Sin embargo, cuando ocurrió el chasco de 1914 y  la gran decepción, hubo que buscar una nueva explicación a los cómputos cronológicos, suponiendo que Jerusalén fue arrasada en 607 a.E.C y no en 586 a.E.C. Finalmente al acercarse los años veinte se comenzó a interpretar que lo que ocurrió en 1914 fue el inicio de la Presencia de Cristo, la cual entonces fue trasladada de 1873 a 1914. Los sucesos mundiales de 1914 al parecer mostraban que hasta cierto punto 1914 era un marcador importante del tiempo, pero quizás su importancia sigue siendo desmedida en la actualidad, de la misma forma como 1844 sigue siendo un dogma pero con otra aplicación para los Adventistas.

1918-1926: Otras decepciones
Nuevamente se mencionaron fechas que enlazaban a 1914 con los 1260, 1290  y 1335 días de Daniel. Se creía que para ésos años los fieles resucitarían y se construyeron propiedades (que después fueron vendidas) para recibir a ésos resucitados.

1975: La última decepción oficial
Bueno, hemos hablado ampliamente sobre los 6000 años de historia humana. Ahora bien, recordemos que basándose en la cronología bíblica expuesta originalmente por el inglés Christopher Bowen, los testigos creían que en 1873 habían concluido seis mil años de historia humana, que a partir de entonces se hallaban en el séptimo período de mil años de la historia del hombre y que indudablemente estaba próxima la aurora del Milenio predicho. Sin embargo, durante los años 1935 a 1944, un examen de toda la cronología bíblica puso de manifiesto que la mala traducción de Hechos 13:19, 20 de la Versión Autorizada (con la que coinciden versiones españolas como la Reina-Valera), junto con otros factores, había desviado la cronología en más de un siglo. Esta revelación hizo concebir la idea —unas veces expresada como una posibilidad y otras con mayor seguridad— de que, puesto que el séptimo milenio de la historia humana empezaría en 1975, los sucesos enlazados con el principio del Reinado Milenario de Cristo podrían empezar a realizarse ese año. Ahora bien, puesto que la revisión de la cronología demostró un error de la cronología en más de un siglo, esto de rebote tendría que haber afectado o cuestionado al año de 1914 como la fecha de la entronización de Jesús. No obstante, aún se mantiene como una fecha especial.

Conclusiones
Mantengo mi afirmación de que son las expectativas o creer que determinados sucesos pueden ocurrir en tal o cual fecha, lo que genera el problema. No es la cronología la necesariamente incorrecta. Una vez superado éste asunto, y analizando a la cronología con madurez, debemos tener la precaución de no asociar a priori entendimientos o sucesos importantes a dichos años señalados.

Por ejemplo, en éste sitio he comentado en varios estudios que la Parusía o Presencia de Jesús no pudo haber comenzado en 1914. Y no lo digo porque la cronología esté errada o no. Solo me baso en los textos bíblicos y el lenguaje claro de Jesús sobre el tema. En efecto, 1914 pudo tener una gran importancia, pero su ensalzamiento desmedido en relación a la entronización de Jesús es lo que sigue generando el problema, de la misma forma cómo se creyó inicialmente que Armagedón vendría en ese año.

1975 ha sido borrado injustamente de la lista de fechas proféticas importantes, pero sigue teniendo un valor cronológico clave. No podemos negarlo. En una entrada posterior analizaré dichas razones.

Además, en la revisión de éstos años señalados, hay un punto que no debemos olvidar. Para realizar la afirmación de que un año está señalado por la cronología hay que tener a lo menos tres ángulos distintos que nos muestren dicho año. Mínimo tres estudios independientes que den con ése año. El problema de 1914 es que solo tiene un estudio claro que señala dicha posibilidad. En las publicaciones de los testigos de Jehová no se ha presentado ninguna otra prueba cronológica secundaría.

Es curioso que el famoso 2012 y 2013 está obteniendo mayor respaldo cronológico desde varios ángulos y diferentes estudios. Esto ha hecho que personalmente lo tome en cuenta. Si no hubiese encontrado más de dos respaldos, jamás habría apoyado la idea del Modelo Cronológico del Santuario. Es interesante que desde varías perspectivas hay a lo menos hay 5 estudios que refuerzan a dicho año. Esto provoca que le tengamos cierto respeto. Sin embargo, es entendible que no se quiera comentar éste asunto de forma oficial.

No obstante, no podemos afirmar que el 2012  o el 2013 empiece el Nuevo Mundo. Algo sin duda acontecerá. Pero no podemos asegurar que realmente es. Sin embargo, hay muchos hechos distintos a los sucesos de  finales del siglo XIX o principios del XX. Hoy la predicación de las buenas nuevas ha llegado a toda la Tierra habitada. El mundo está unido por las comunicaciones cómo nunca antes. La civilización verdaderamente es global y todo repercute en todo. La primera y la segunda guerra mundial no provocaron el colapso del sistema mundial, por la razón de que la economía no estaba expandida mundialmente. Hoy, una guerra con ésas características enviaría a la quiebra a todo el mundo. Nuestra época es distinta y podemos aguardar expectantes grandes cambios.

Ejerzamos madurez. Las fechas no son lo más importante. Son un semáforo que se coloca en amarillo para recordarnos que de forma inminente vendrá el rojo. Las fechas han sido señaladores de grandes ciclos en la historia bíblica, pero su objetivo es recordamos la premura de los tiempos, pero jamás debemos servir a Jehová en base a éstas, o porque esperamos una recompensa para determinado día. Sí esto fuera así, nuestro amor sería más pobre que nunca.




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