martes, 6 de julio de 2010

La excelsa e inigualable religión de Jesús


Muchas veces escuchamos la pregunta, ¿Cuál es la religión verdadera?

Esta es una pregunta complicada. Muchos se apresuran a hablar de que religión es sinónimo de un grupo particular. Otros dicen que no importa que religión tengamos. Para abordar de forma correcta este asunto, definamos lo que es la "Religión".

Religión viene de una palabra que significa "Re-ligar" (volver a unir). La religión verdadera debe volver a ligar o reunir al hombre con su Hacedor. La religión falsa lo separa y aleja. La verdadera religión involucra una adoración auténtica entre el individuo y Dios. Y escuchadme bien, por esta misma razón la religión verdadera en el pleno sentido de la palabra, es una experiencia personal e intransferible. Nadie puede orar por ti, ni nadie puede dedicarse a Dios por ti, como si fuera tu representante.

Se entiende que cuando un grupo de personas que han hecho esa dedicación personal e intransferible a Dios se agrupan o trabajan con un objetivo, son llamados religión verdadera. Pero esto es solo cierto a nivel colectivo. La religión verdadera siempre será personal en su pleno sentido. Una persona puede ser cristiana, pero dejar mucho que desear como cristiano.

Otro gran problema de la religión colectiva radica en confundir la realidad espiritual de Dios con los valores morales. La moralidad no es religión, pero muchas veces es confundida. Lamentablemente, se insiste demasiado en una reforma exterior de la conducta, pero el corazón no es reformado.

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón produce lo bueno; pero el hombre inicuo produce lo que es inicuo de su [tesoro] inicuo; porque de la abundancia del corazón habla su boca. (Lucas 6:45)

Hipócritas, aptamente profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy alejado de mí (Mateo 15:7,8)

Sin embargo, las cosas que proceden de la boca salen del corazón, y esas cosas contaminan al hombre. Por ejemplo, del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias. Estas son las cosas que contaminan al hombre; mas el tomar una comida con las manos sin lavar no contamina al hombre”. (Mateo 15:18-20)

Cómo vemos, Jesús condenó una forma exterior de piedad, una reforma externa de la conducta. Los raudales del interior deben ser purificados. Esto el hombre no puede hacerlo por si solo. Debe ser hecho a través de la Obra del Espíritu Santo.

Crea en mí hasta un corazón puro, oh Dios,
y pon en mí un espíritu nuevo, uno [que sea] constante. (Salmo 51:10)

El Hijo de Dios no ofreció en su vida norma alguna para rectificar el progreso social. Su misión fue religiosa y la religión (la excelsa e inigualable religión de Jesús) es una experiencia exclusivamente individual. Cuando una comunidad de creyentes asume la tarea de predicar las Buenas Nuevas y organizar a los individuos que se identifican con el Evangelio, se establece una noble labor. No obstante, el "corazón" de la religión de Jesús no debe confundirse con la agrupación colectiva de creyentes. La dedicación a Jehová Dios es personal e intransferible, y dicha salvación por la fe, también será efectuada de un modo personal. Un creyente auténtico debe participar de reunirse con sus hermanos en la fe y trabajar en colectivo, pero no debe olvidar que el cimiento de su fe religiosa, debe estar fundamentado en una relación personal con Dios.

Si muchos cristianos edificaran este punto en primer lugar, se ahorrarían muchas expulsiones y deserciones. Muchos cometen el error de entrar en determinada Iglesia u Organización para evitar la soledad y tener alguna actividad que ocupe su tiempo. Otros ingresan en una entidad para obtener cierto grado de realización personal y trabajar en actividades organizativas. Si estas personas no edifican una íntima relación con Jehová Dios a través de Jesús, tarde o temprano saldrán del rebaño. “Separados de mí, ustedes no pueden hacer nada”, dijo el Maestro.
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A veces, el error consiste en esforzarse solamente por lograr una corrección exterior de la conducta. No obstante, si no se purifica el corazón mediante el Espíritu Santo, tarde o temprano en medio de la prueba o la tentación, saldrá lo qué está en el interior.
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La aventura religiosa —siempre personal— resuelve por sí misma la mayoría de las dificultades humanas, seleccionando, valorando y recogiendo los problemas del hombre. Ciertamente, la religión no suprime las preocupaciones, aunque sí las absorbe e ilumina. La verdadera religión, unifica la personalidad, de forma que pueda adaptarse a las necesidades humanas.
Para los que hemos conocido la religión de Jesús, esa comprensión progresiva de la realidad que nos rodea sólo equivale al acercamiento a Dios. Y el descubrimiento del Padre sólo es posible a través de esa experiencia espiritual individual. Permitidme que insista. Ésta es la base de la religión crística: toda una aventura personal —siempre en solitario— por los mares bonancibles y tempestuosos de la vida. Hemos sido creados para la búsqueda y exploración permanente de nosotros mismos, que no es otra cosa que la búsqueda del Padre. La religión verdadera no es un compromiso social y colectivo. La verdadera religión interior es siempre, por definición, un hallazgo individual, fruto de mil caídas, errores y éxitos. Y no me refiero a los valores morales, que la religión humana confunde con la espiritualidad, tal como he dicho. La moralidad debe ser fundamentada sobre la adoración verdadera. No debe ser al revés. Si es así, si el corazón no está purificado y transformado, éste se inclinará por el error nuevamente.
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No os acomodéis en la falsa seguridad de las iglesias humanas. Pensad por vosotros mismos, aun a riesgo de que os marginen y aborrezcan. Nada hay más beneficioso para el alma que sus propios hallazgos individuales. Si en verdad os afanáis en la búsqueda de Dios, esa disposición será la prueba de que ya lo habéis encontrado. Aunque parezca increíble, hay hasta personas "dedicadas" que aún no tienen una relación estrecha con Dios, y por lo tanto sienten un vacío que les perturba la paz interior. A ellos, los animo a emprender esa religión interior sin abandonar a su comunidad de hermanos en la fe. Cuando las instituciones fracasen, esta seguridad interior os sostendrá durante las pruebas finales.
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Descubrir la paternidad de Dios y hacerse uno con el don divino que hace que reflejemos las cualidades de Jehová es la señal. Entonces, sólo entonces, emprenderemos la prodigiosa aventura de la verdadera religión interior. Y esa religión final nos colmará porque estaremos ante la más viva y dinámica experiencia de nuestra existencia. La religión no es sólo un sentimiento pasivo de dependencia absoluta y de seguridad en la vida eterna. Es mucho más. La religión de la revelación es un permanente descubrimiento de sí mismo y de los demás. Una carrera febril hacia la felicidad, una acumulación de sabiduría y un continuo sobresalto.
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Nosotros, en esa audaz carrera hacia el alba espiritual, iremos buscando lo mejor de los hombres y lo haremos nuestro. Seréis curiosidad y luz y jamás os llenaréis. La religión de la revelación dará sentido a vuestras vidas terrenales y, más adelante, a las gloriosas experiencias en el Nuevo Mundo y en la eternidad. La religión de la experiencia personal os dará seguridad. Y seréis admirados y respetados por vuestro dominio y templanza, incluso por vuestros enemigos.
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El hombre que practica la religión verdadera interior se identifica con el universo. Su yo espiritual e íntimo es uno con la naturaleza. El aventurero de Dios sabe escuchar los murmullos del oleaje. Sabe interpretar la soledad de la noche. Comprende la grandiosa belleza de la armonía universal. Es uno con el arco iris. Es uno con el dolor y con la felicidad de sus semejantes. Las dudas ajenas son suyas. El jinete del alma no desprecia jamás. Respeta la vida en todas sus formas y circunstancias y sabe que él forma parte de esa vida. Habla de sus sueños y fabrica sus propios sueños. Se levanta con la brisa y es uno más en el cortejo nocturno de las estrellas. El universo es parte de él.
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Sólo existe una religión capaz de salvarnos: la que nos salva de nuestro propio yo y que libera a las criaturas de su aislamiento en el tiempo y en la eternidad. Esa religión de la revelación yace en lo más íntimo de tu espíritu. Se amolda con las enseñanzas Divinas de la Biblia, pero prosigue un camino eterno. Ésa es la religión de Jesús de Nazaret: la religión de los jinetes del alba espiritual; la que libera el yo, haciéndonos uno con el universo y con el Padre Universal: Jehová Dios. Y esta religión es una aventura personal de crecimiento interior que nunca tendrá fin. Es díficil describir con palabras esa relación personal que cada persona debe lograr con el Creador. No obstante, por los frutos exteriores de bondad, humildad y amor, podemos saber quién realmente la practica.
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Lo más importante, es avanzar en esa aventura personal de nuestra relación con el Creador. Esta relación basada en el Amor de corazón a Dios y al prójimo constituye el auténtico "pasaje" para la Vida Eterna.


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