martes, 15 de junio de 2010

La razón de nuestra existencia

¿Por qué estoy aquí? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Quién es Dios?
¿Qué me depara el futuro? ¿Cuál es la razón de mi existencia?

Aquellas son las preguntas que han atormentado al hombre durante siglos. Y en realidad son las preguntas más trascendentes de nuestra vida, aunque la mayoría de las veces jamás nos las respondemos. Filósofos, sociólogos, científicos y religiosos han intentado dar algunas respuestas sin mucho éxito. En realidad muchos han fracasado en intentar colmar aquella insatisfacción espiritual que persigue al hombre. Y las preguntas aún siguen en pie.

Los filósofos, sociólogos y sicólogos han elaborado planteamientos, teorías y dilemas, por ejemplo, hablándonos del comportamiento de las masas, determinados grupos sociales, diferentes etnias y pensamientos actuales. Sin embargo, cada ser humano es un mundo único, que a veces ni siquiera encaja con los postulados sociales de un grupo al que se nos quiere identificar.

La ciencia igualmente no hallado respuestas. Aunque ha contribuido a un mundo más cómodo, la ciencia no ha proporcionado paz al corazón del hombre. Muchos científicos, de hecho, fueron grandes genios entregados al saber, pero grandes amargados e insatisfechos espirituales. Esto se debe a que la ciencia intenta explicar el cómo de las cosas, pero no puede explicar el porqué: la razón de nuestra existencia. Nuestro sentido interior de una realización que nos llene.

Las religiones, han intentado ser iluminadoras del hombre. Aunque han aportado con una visión moral y ética del mundo y las relaciones humanas, tampoco logran en su mayoría intentar explicar la razón de nuestra existencia. ¿Por qué no? Bueno, las religiones si hablan del Concepto del Creador, del Dios que creó a los seres humanos con un propósito como humanidad. Eso está bien, pero no se responde la cuestión del sentido personal de la vida, el porqué estoy yo aquí como individuo singular. Además, los dogmas y tradiciones alejan la búsqueda a un segundo plano, y el hombre sigue sin la respuesta necesaria para llenar su ser: ¿Quién realmente soy yo?

No es egoísmo en absoluto buscar esta cuestión. De hecho, Dios mismo nos ha dotado en nuestro interior con esa necesidad de encontrarlo, de llenarnos, de saber nuestro auténtico patrimonio e identidad espiritual, de hallar la respuesta a la razón de nuestra existencia. Pero ¿lograremos hallar la respuesta?

El Dios Verdadero y Amoroso no nos ha dejado desamparados. Aunque debido a la ignorancia de sus hijos, el ha mantenido canales o puentes de comunicación con sus criaturas. Estos “medios” si han contribuido ha esclarecer la cuestión de nuestra vida.

Aunque los científicos y filósofos nieguen esta cuestión (aunque sus fracasos demuestran que el hombre por sí mismo a través de sus pensamientos filosóficos no puede resolver la cuestión), el hombre jamás ha permanecido solo y aislado del Universo. Millones de seres e inteligencias al servicio de Dios han participado con el ser humano en mantener un medio de comunicación: La Revelación.

Cada ciertos periodos de siglos la humanidad ha recibido mensajes de Dios, revelaciones dadas al hombre mortal mediante intermediarios angélicos y otras criaturas. Éstas han sido refrescos para la humanidad y cada ciertos milenios son necesarias “pequeñas nuevas dosis de revelaciones”. La Biblia y otros libros sagrados fueron escritas mediante esta técnica de elevación para el hombre mortal. Dios siempre ha mantenido contactos con sus criaturas como especie cada cierto tiempo. La revelación es fundamental en conocer nuestro propósito como hombres con hambre y sed de Dios. (2 Pedro 1:20, 21; Revelación 1:1)

Jesús de Nazaret fue una auténtica revelación en la persona de un hombre para que podamos conocer a Dios. Él tejió un puente entre dos mundos. Su vida y su auténtico mensaje son esenciales en la búsqueda de la verdad espiritual del sentido de la vida. (Juan 1:14; Colosenses 2:2,3)

Pero hay otro puente sutil que se nos ha entregado. El Creador declaró lo siguiente: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza” (Génesis 1:26). Estas palabras no solo encierran el hecho de que reflejamos cualidades divinas, sino que tenemos en nuestro interior potencialidades divinas. Es más, en el fondo de nuestro ser hay una “chispa” divina que nos hace singulares, únicos, con la capacidad de amar altruistamente, de poder elegir, de tener la necesidad de encontrar a Dios y hallar respuestas. Esto por si solo ya es un abismo infinito entre el hombre y el animal.

En el fondo, hay un “Imán” que “tira” de nosotros a Dios, al tema de la espiritualidad, a buscarlo por dónde sea. El que tengamos aquel “imán” es prueba de que tenemos un “fragmento” de Dios, ya que solo materiales semejantes se atraen. Un imán jamás atraería un trozo de madera o papel. Estamos conectados con Dios de alguna forma, con la fuente de la Vida. Pablo lo explicó de manera sencilla cuando dijo:

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas [que hay] en él, siendo, como es Este, Señor del cielo y de la tierra, (...), porque él mismo da a toda [persona] vida y aliento y todas las cosas. (...) para que busquen a Dios, por si buscaban a tientas y verdaderamente lo hallaban, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros. Porque por él (o en él)* tenemos vida y nos movemos y existimos, aun como ciertos poetas de entre ustedes han dicho: ‘Porque también somos linaje de él’. ”Visto, pues, que somos linaje de Dios, no debemos imaginarnos que el Ser Divino sea semejante a oro, o plata, o piedra, semejante a algo esculpido por el arte e ingenio del hombre” (Hechos 17: 24-29).
* Véase nota T.N.M

El hombre es linaje de Dios, es su descendiente, su hijo, con su parte divina heredada, su “chispa”. Lamentablemente, debido a los años y a las presiones de un sistema tirano los hombres olvidan su esencia y la sepultan en el fondo de su ser. Entonces el ser humano cae víctima de su egoísmo y ceguera. Sin embargo, es posible recuperar su sentido. Jesús justamente vino a un planeta enfermo a “recuperar lo perdido” (Lucas 15: 1 al 10).

Nuestra “Chispa” divina interior es algo Fundamental en la búsqueda del sentido de la vida. Es una brújula que nos orienta al norte de la “morada de Dios”. Al complementarla con las Revelaciones, y con el Mensaje de Jesús, podemos obtener respuestas a las interrogantes sobre nuestro propósito y origen personal. Pero hay otro medio por el cual Dios nos ayuda.

Este medio es la Creación, la naturaleza, el Universo, toda la Obra de las manos de Dios. La creación nos transmite sentimientos que se unen a nuestra “chispa” divina para intentar hallar a Dios y hallar respuestas. Al ver un “estruendoso” mudo atardecer, al observar las aves, los animalitos, las humildes plantas y árboles, las gloriosas estrellas, obtenemos cuadros claros de la verdad de Dios hacia nosotros y del papel que jugamos como individuos en el Universo.


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