martes, 30 de marzo de 2010

¡Qué lástima, qué lástima, tú, la gran ciudad, Babilonia la fuerte ciudad, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!’.


Tal como una ciudad es cercada en un sitio antes de su destrucción, así Babilonia la Grande está siendo encerrada. La parte prominente, la cristiandad, será la primera en ser barrida.

¡Qué lástima, qué lástima, tú, la gran ciudad, Babilonia la fuerte ciudad, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!’- Revelación 18:10

Reportaje: Los abusos cercan al Vaticano

El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede y número dos del Vaticano, ha dicho esta semana que un "anticristianismo radical y demencial se está difundiendo por Europa de una forma rastrera". El grito desesperado ante las informaciones de los escándalos de pederastia que la Iglesia ha ocultado en el pasado (Alemania, Austria, Estados Unidos) revela la angustia de la Curia ante la crisis de credibilidad generada por la plaga de la pederastia.
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La consigna de tolerancia cero, transparencia y justicia para las víctimas lanzada por el Papa en la carta a los católicos de Irlanda ha topado con la testaruda realidad. La cúpula de la Iglesia católica, según muestran los últimos casos, ha sido tolerante con los abusos. El Vaticano no ha reaccionado lo suficiente, mientras un infierno arruinaba la vida a miles de niños. Y tanto el compromiso de Ratzinger con las víctimas como su astucia política para liderar el cambio que la Iglesia necesita están siendo erosionados.
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¿Podrá el Papa cambiar la línea de silencio que ha marcado históricamente la actitud de la Iglesia hacia los abusos clericales en particular? ¿Podrán los obispos y cardenales habituados a lavar durante décadas los trapos sucios en casa, con una simple firma del traslado del culpable a otra diócesis, llevar los casos a los tribunales?
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La semana trágica de Ratzinger parece demostrar que la cultura del silencio marca todavía la actitud de la Iglesia hacia los abusos. Bertone, que en 2001 reivindicaba el secreto profesional frente a las denuncias a la justicia, elige una vez más el victimismo. En plena batalla por la verdad, el Papa deja caer que se condena el pecado pero no el pecador.

El Vaticano se asemeja a un fortín asediado. La suciedad de la que habló Ratzinger antes de ser nombrado Papa ha desbordado las previsiones y el fango emerge libre por todas partes: Alemania, Holanda, Austria, Suiza y, para colmo, la catoliquísima Italia...

Era un secreto a voces, pero esta vez los medios se están entregando a fondo al filón y los cardenales y obispos sufren, revisan su memoria y temen las posibles consecuencias, penales y económicas. La complicidad es un delito. -EL PAIS


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