sábado, 20 de febrero de 2010

La razón de nuestra existencia


El naturalista americano Wilson A. Bentley (1865-1931) dedicó 40 años de su vida al estudio de los minúsculos cristales que se aglomeran para formar los copos de nieve. Llegó a examinar y fotografiar más de 5000 gracias a su propio montaje de microscopio y cámara fotográfica. Impresionado por la belleza de esas frágiles formaciones se dedicó a examinarlas con detalle. Nunca llegó a encontrar dos exactamente iguales. Sin duda, el minúsculo copo de nieve no es producto del azar ciego. Observamos el diseño y el propósito de una Mente Suprema que se esmera en que cada copo de nieve sea irrepetible. Si el Padre Celestial muestra esa delicadeza para cada copo de nieve, ¡con cuanta más razón se interesa en sus hijos humanos!

Cada ser humano es único. Nadie es superior ni inferior, pero tampoco somos iguales. Las personas son simplemente únicas, incomparables. Tú eres tú, yo soy yo. Yo tengo que aportar mi potencial a la vida, tú tienes que aportar el tuyo. Yo tengo que descubrir mi propio ser y tú tienes que descubrir el tuyo. Sómos únicos e irrepetibles en toda la eternidad y en la inmensidad del universo. Cada vida es tan valiosa hasta el grado que Dios mismo ha proyectado su imaginación para crear la personalidad e individualidad de cada ser. Dios te imagina y apareces. Dios personalmente te ha creado. No somos un accidente. Nuestra vida sí tiene un propósito. Tu vida y la mía tienen un gran sentido. La máxima aventura consiste en descubrirlo y canalizarlo. Eso lo haremos cuando empezamos a tomar conciencia de nuestra relación paternal con Dios. De volver a restaurar el auténtico contacto con nuestro Creador personal.

No, nos dejemos entrampar por las limitaciones físicas o externas. Éstas son parte de la herencia imperfecta de Adán. No son producto de la mano de Dios. Sin embargo, la personalidad única e identidad, la persona secreta del corazón, éso que te hace único e irrepetible en la eternidad, es producto del amor personal de Jehová hacia ti mismo. Para Dios cada persona es valiosa, y a su vez todos los seres son valiosos. El que Dios nos ame individualmente y a su vez ame a toda la humanidad, puede que sea incomprensible para el intelecto humano, pero no debería mermar en lo más mínimo nuestra fe.

Ahora comprendemos porque Dios "no desea que ninguno sea destruido, mas bien desea que todos alcancen el arrepentimiento" (2 Pedro 3:9). Cada ser humano es una obra maestra para Dios. Cada vida es irrepetible. Y nunca volverá a repetirse. Éste amor supremo de Dios nos hace ver cuan importante es nuestro papel como educadores y predicadores de las Buenas Nuevas. Debemos esforzarnos con predicar con un interés personal en cada persona. Y no solo limitarnos a situaciones formales, sino que en todo momento trataremos de ayudarles a conocer a Dios.

Incluso las personas necias o desagradables son diseños de Dios. Lo que sucede es que durante su vida ocultaron, escondieron o torcieron su personalidad bajo las tinieblas. Nuestro amor debe intentar rescatarles de ese estado mental. Debemos reconciliarlos con Dios. Pero no lo podremos hacer si tenemos sentimientos negativos hacia ellos. Debemos comenzar a amarles tal como ama el Padre. Debemos observar más allá de sus caras grises, y observar que en su interior hay seres prisioneros. Nuestras perspectivas deben elevarse. Las buenas nuevas y el amor debe empujarnos a ayudarles. Si Dios les amó y les regaló la vida, es porque tienen el potencial de salvación. Es porque tienen el potencial de ser mejores personas. Merecen la ayuda y solo Jehová decidirá si les prolonga su existencia. Nosotros no tenemos el derecho de juzgar.

Cada creación sobre la Tierra y en el Universo, desde la humilde flor, hasta las creaciones más grandes, ayudan a otros seres. Cada árbol, arbusto y hoja emite ese elemento de vida, sin el cual no podrían sostenerse otras vidas. Y el hombre y el animal, a su vez, sirven a la vida del árbol y del arbusto y de la hoja. ... El sol derrama su luz para alegrar mil mundos, tal como nosotros observamos miles de soles en la noche. El océano, origen de todos los manantiales y fuentes, recibe para dar. Nuestra vida y misión consiste en ayudar a otros seres a ser conscientes de su relación filial con Dios. Cuando entendemos las cosas desde éste ángulo, nuestro trabajo como predicadores, maestros o educadores, aumenta su papel como una labor y misión grandiosa. También podemos descubrir y usar otros dones en beneficio de muchos.

El meditar en que Dios nos ama personalmente nos ayudará a descubrir la razón de nuestra existencia. EL DIOS DEL AMOR quiere contar con tus potencialidades para participar en la construcción de un Nuevo Mundo. Se sincero con Dios en la oración, descubre tus potencialidades. Para Jehová somos como diamantes en bruto que deben extraer lo mejor de sí. Luego ese diamante brillará con un fulgor inmenso. Serás luz y guía para muchos. Dios desea que nos liberemos del temor y la ansiedad. Meditemos en que somos HIJOS DE DIOS. Eso significa que tenemos sus cualidades y su potencialidad. Algo que iremos descubriendo por los siglos. El Padre quiere la realización máxima de sus Hijos.

¡Vean qué clase de amor nos ha dado el Padre, de modo que se nos llame hijos de Dios!; y eso somos.- 1 Juan 3:1



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